Sálvese Usted Mismo!

martes, 15 de mayo de 2007

De la cruda y otros demonios

Ahh. Como supondrán, mis queridos lectores ávidos de sabiduría de la vida cotidiana, en este momento atravieso por un día de dolor, malestar, recapitulación y resignación. Oh si, la resaca, la maldita cruda.
¿Qué es la cruda? Básicamente, y explicado de una manera entendible para ustedes mis pequeños pupilos, es la descompensación de líquidos en el cuerpo causada por el exceso en la ingesta de alcohol, manifestándose en síntomas como malestar estomacal, dolor de cabeza, debilidad general, y otros, presentándose con diversos grados de intensidad dependiendo del nivel de intoxicación anterior y características fisiológicas y metabólicas de la persona. Explicándoles esto pretendo entrar en mi reflexión: Uno se siente del carajito, y se pone a pensar muchas cosas.
Oh, a cuántas personas no hemos oído mencionar, o aún nosotros mismos, después de una buena parranda "No vuelvo a tomar así", o sus distintas variantes. He llegado en ocasiones a pensar hasta en el suicidio, para aliviar el dolor y malestar agobiante e interminable, operaciones gástricas, trepanaciones, y multitud de alivios alternativos. Pero la cruda, oh la cruda, tiene una función elemental alumnejos. En primera instancia, uno piensa y recapitula lo hecho la noche (o día, o semana) anterior. Trata de reconstruir las posibles lagunas, recordar diálogos, acciones, bailes y demás alegorías que posiblemente tuvieron lugar en el momento de la peda. En ocasiones con sesgos, reinterpretaciones, cierta nostalgia, y muchas veces, con vergüenza y hasta temor. Es cuando los demonios internos surgen, revolotean, y nos dicen al oído que uno ha hecho mal, que somos las peores personas por haber cantado sin playera a media calle por alguna mujer (u hombre) de cara borrada por la bruma, o por habernos subido a la mesa de aquel bar para gritar a todo pulmón que sus amigos son los mejores del mundo y que por ello invita otra cubeta a los de la mesa de al lado, cuando los demonios internos nos punzan la cabeza con sus lanzas esperando que uno meta la cabeza al excusado en busca de un alivio efímero. Cuando revolotean en nuestras gargantas esperando el espasmo definitivo que nos haga expulsar todo lo malo, todos esos espíritus etílicos, aún más fermentados en nuestras irritadas entrañas. Cuando uno, por reacciones adversas en el sistema gástrico, llora de dolor en el baño víctima de una fulminante y bien conocida "diarrea de crudo", mientras reitera que ese último pomo que apareció, de procedencia dudosa, fue el culpable de sus desvaríos y de que terminara en una candente noche con aquella desconocida que a la media luz parecía hermosa, pero que a la luz de la inclemente mañana la perspectiva cambió radicalmente.

Es cuando las noches de alegría, frenesí, pasión, festejo, y desenfreno en el vaciar de los vasos, pierden el sentido, y sólo queda el agudo malestar que recorre todo el cerebro y cuerpo.
En mi vasta experiencia he conocido, aprendido y desarrollado múltiples curas y soluciones para el malestar físico, con gran éxito, no por nada soy el orgulloso inventor de la Caguamoterapia e Intervención en Crudas (no acepten imitaciones y charlatanes), pero algo que es imposible atenuar es la cruda moral, la mil veces maldita cruda moral.
Oh Espíritu del Vino, sálvame de todo mal, y permíteme recorrer sin tropiezos el camino del exceso.

No tiene caso continuar con esta disertación. Confío en su capacidad de discernimiento para que descubran en ustedes mismos lo que es la cruda, y en este tocar fondo, puedan ser mejores seres humanos. Oh, mis pequeños, queridos e incultos pupilos míos en la vida y el amor, vayan a beber, descubran sus demonios y lado oscuro, y expulsen de sus entrañas todo aquello que les cause malestar. No duden en acudir a mí, para iluminarlos con mi extensa sabiduría, pero no olviden las cervezas, fuente de inagotable inspiración y mútiples malestares.
Beban, beban y vivan.
Yo iré a caminar, continuar con mis cavilaciones, y tomarme una chela porque ya no me aguanto.
Iré a enfrentar mi destino.

3 comentarios:

Garnacher dijo...

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: esta es la única cuestión. Para no sentir el horrible paso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la hierba verde de la zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán. ¡Es la hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.

-- Charles Baudelaire

El Pirata Cojo dijo...

Oh si.

Garnacher dijo...

CITA: ¡Es la hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriáguense sin cesar!

Mi amigo César ya no toma, se está autocastigando porque chocó borracho.